La ocupación del Tolmo como ciudad habitada no se extiende más allá del siglo X d.C. La ausencia de materiales o estructuras de época califal así nos lo confirma. Pero sin duda el Tolmo se convierte, en los siglos sucesivos, en un lugar deshabitado pero frecuentado. Es de nuevo su ubicación, en ese citado cruce de unos caminos que siguen utilizándose en estos momentos, así como la riqueza del valle, lo que propicia el continuo tránsito del sitio.
Ese camino que da sentido y vida al lugar propicia propició que surgiera aquí una casa de postas, la Venta de Minateda, muy conocida en el XIX, pero que debe tener un origen medieval, como abrevadero para las reses trashumantes, aunque el documento más antiguo en la que aparece citada pertenece al itinerario de Villuga de 1546.
Sin duda relacionado con la presencia de la Venta y la gran finca latifundista que englobaba, a partir del siglo XIX, buena parte de las tierras fronteras al Tolmo, surgió un nuevo caserío, dependiente de Minateda, pero conocido como “las cuevas del cerro del Tormo”.
El conjunto está formado por algo más de una veintena de casas dispersas en las laderas del cerro del Tolmo y en los cercanos cerros del Lagarto y la Torrecica. Se trata de viviendas muy sencillas, la mayoría de tres o cuatro estancias, incluyendo los corrales, y muchas aprovechan los salientes naturales de la roca o abrigos para construir las habitaciones.
Los moradores de estas casas son los primeros habitantes estables del lugar en más de ocho siglos y permanecen aquí hasta mediados del siglo XX, momento en el que caserío se abandona definitivamente.
Nueve de estas viviendas quedan distribuidas por las laderas Sur y Este del cerro del Tolmo, otras dos están situadas en la vaguada conocida como el Reguerón, depresión natural por donde se accede a la cima del cerro, y en los vecinos cerros del Lagarto y de La Torrecica, separados del cerro del Tolmo por el arroyo de Tabarra, existen restos de al menos diez estructuras más, con un origen y unos condicionantes similares.
El proyecto de investigación en curso, que comenzó en 1988, ha recuperado por el momento dos de esas viviendas, las denominadas Casa A y Casa G, que forman parte del denominado itinerario etnográfico, un recorrido guiado que parte del Centro de Interpretación y lleva a los visitantes a la ladera norte, donde encontramos la Casa A, y a la ladera sur, junto al propio centro, lugar en el que se ubica la denominada Casa G, quizás la más espectacular.
La Casa G se encuentra ubicada en la ladera sur del cerro del Tolmo de Minateda, lugar que tradicionalmente ha sido la imagen natural del yacimiento. En este lugar la erosión producida en la arenisca y los fenómenos sísmicos han creado un paisaje atípico, en el que destaca, de un lado, el llamado farallón sur, un corte vertical de roca erosionada y fácilmente visible desde todo el valle de Minateda-Agramón, y, de otro, los desprendimientos de roca procedentes de la plataforma superior del yacimiento.
La casa se localiza en el interior y junto a la roca desprendida de mayor tamaño, ubicada a media ladera tras el terremoto acaecido en 1755, conocido como el terremoto de Lisboa, y que sin duda formaba parte, unos siglos antes, de lo que hoy conocemos como Corte 80, la zona más alta de la plataforma superior sur del yacimiento.
La vivienda está dividida en una serie de estancias, buena parte de las cuales aprovechan la “peña caída” como cierre o como cubierta, por lo que a simple vista podemos distinguir entre dos tipos de habitaciones: las exteriores y las interiores. Las primeras son ambientes, cubiertos o no, de diversa función y cuyos cierres se adosan, al menos parcialmente, en la citada peña. Las segundas tienen una distribución que en todos los casos se explica por la presencia de la roca. Para su construcción se utilizó la disposición original de la peña, aunque en ocasiones se alteró recortándola para adecuar los cierres o el mobiliario.
A su vez las estancias también pueden ser distinguidas a simple vista en dos nuevos grupos, correspondientes a las dos alturas en las que se erige el edificio y que en su interior están salvadas gracias a una escalera de diez huellas. La casa cuenta, por tanto, con un total de ocho estancias cubiertas y tres abiertas, estando ubicadas seis de ellas en el nivel inferior y otras tantas de forma exclusiva en el interior de la peña.