El centro de interpretación ideado consta de tres edificios. El de mayor envergadura, el edificio público, tiene un amplio vestíbulo, una zona de exposición, una sala de audiovisuales, un aula de didáctica, así como una zona de descanso y servicios, con una pequeña cafetería y una tienda. El segundo edificio, necesario para las labores de gestión y de investigación del Parque, tiene varias salas de trabajo, despachos, un laboratorio y una zona de almacén. El último y más pequeño alberga la maquinaria necesaria para el funcionamiento del sistema autónomo de generación de electricidad, del que se abastece la totalidad de las infraestructuras del Parque.
La denominada sala de exposición es un espacio diáfano de 300 m2. Allí el discurso expositivo adecua la disposición longitudinal de la sala al planteamiento diacrónico elegido para explicar un Parque Arqueológico como el del Tolmo de Minateda, que presenta una gran complejidad estratigráfica. A la dificultad de explicar esa larga secuencia de ocupación se añade su carácter binuclear, puesto que pretende mostrar e interpretar dos Bienes de Interés Cultural: el Abrigo Grande de Minateda, y el yacimiento del Tolmo de Minateda.
El hilo conductor de dicho discurso gira en torno a un motivo principal, un leitmotiv argumental, que preside y conduce la exposición: «Una ciudad en el camino. Un camino en la historia». Se trata de una metáfora explícita que alude a la vez a la singularidad geopolítica del emplazamiento –su dominio del valle y su relación sostenida y determinante con el camino secular entre la Meseta y el mar—, de un lado, y su sucesivo devenir histórico, materializado en su ocupación reiterada desde la Prehistoria remota, de otro.
Con el fin de facilitar al visitante esa citada lectura diacrónica la sala de exposición se divide en varios ambientes o espacios sucesivos que se corresponden con otros tantos momentos significativos en la construcción histórica del yacimiento. Con el fin de facilitar la intelección de cada uno de esos momentos, así como de los vestigios conservados, y de lograr que en cada momento los visitantes sepan en qué momento histórico se encuentran, lo que no resulta del todo fácil, dado la yuxtaposición y superposición sobre el terreno de diferentes momentos históricos, se ha procedido a realizar una secuenciación en colores, relacionados de una u otra forma con las características de las culturas que simbolizan. Así, se ha elegido el color gris para la época prehistórica, el amarillo ocre para la época ibérica, por ser el color característico de su cerámica y de su arquitectura de barro; el rojo para lo romano, dado el predominio de este color en toda la cultura romana (pintura, cerámica, etc); el azul para lo visigodo y el verde para lo islámico, por ser su color emblemático.
La elección de estos momentos concretos enfatiza e interpreta en un contexto histórico los principales hitos materiales que el visitante verá sobre el terreno (las pinturas de Minateda, de un lado, y los conjuntos monumentales de las defensas del Reguerón, basílica y el palatium visigodo y estructuras domésticas islámicas, de otro).
El criterio adoptado a la hora de combinar los recursos explicativos y didácticos parte del convencimiento de que un centro de interpretación debe ofertar diversas posibilidades de lectura que, sin ser exclusivas, permitan satisfacer el amplio abanico de intereses de los eventuales visitantes, desde las más livianas aproximaciones generalistas a las profundizaciones especializadas. Por ello se plantea un triple discurso expositivo basado en la información gráfica (paneles con un texto básico y escueto combinado con abundantes dibujos y fotografías), que proporciona la arquitectura general del discurso; la información plástica basada en el maquetaje explicativo y en ciertas reproducciones significativas de material arqueológico, que incide en la dimensión didáctica y comprensiva; y el soporte virtual en las salas (consolas informáticas y pantallas táctiles con información complementaria), que permiten al visitante interesado profundizar en aspectos específicos.
Antes de ingresar en la sala de exposición, el visitante será conducido a la denominada sala de audiovisuales, a la que se accede también desde el vestíbulo principal. Allí se proyectará un audiovisual de doce minutos de duración que muestra la evolución histórica del Tolmo de Minateda de forma diacrónica, con el fin de que los espectadores puedan hacerse una idea adecuada de lo que es el yacimiento, de su relación con el entorno y del significado de cada uno de sus monumentos.
Tras esta introducción el visitante accederá a la sala de exposición, en concreto al primer ambiente en el que ésta se divide, que se define por el lema «Un santuario de imágenes» y parte del origen neolítico del poblamiento en la comarca, configurado por los primeros grupos campesinos que colonizan las tierras llanas hace siete mil años y que definen como factor de cohesión social y simbólica uno de los más impresionantes santuarios territoriales del Neolítico peninsular. Aquí los recursos principales giran en torno a ese santuario, a las pinturas rupestres del Abrigo Grande Minateda, yacimiento incluido en el Parque Arqueológico. El problema de acceso a personas de movilidad reducida que tiene el Abrigo hizo que en esta sala el recurso interactivo, además de contextualizar y ofrecer más información sobre el Arte rupestre Levantino, presentase una vista en 360º del mismo, con la posibilidad de, a voluntad del visitante que maneja la consola, ubicar el calco sobre cada una de las figuras. La explicación del Abrigo se complementa con un recurso visual proyectado en una de las paredes y con dos paneles gráficos que contextualizan el Neolítico y la Edad del Bronce.
Desde aquí el visitante accede al siguiente espacio expositivo que tiene como lema «El nacimiento de un municipio», siendo su eje central la promoción jurídica de la ciudad romana en el cambio de era a partir de un importante oppidum ibérico. En esta sala, de mayor tamaño que la anterior, está dividida en tres ejes. En el primero se explican las diferentes fortificaciones documentadas en la parte baja del yacimiento con la ayuda de un panel gráfico, una maqueta que representa los restos exuhumados y un recurso visual con las reconstrucciones en 3D de las diferentes estructuras defensivas y su evolución. El segundo eje contextualiza la ocupación del yacimiento en época ibérica en época romana con la ayuda de paneles gráficos. El tercero, y quizá el más espectacular, utiliza la inscripción monumental procedente la muralla romana documentada en el Reguerón para exponer, mediante la ayuda de consolas interactivas, buena parte de la información que se deduce de la interpretación de la misma.
El tercer espacio –«de civitas a madina»- representa la complejidad política, social y religiosa que explica la creación de una ciudad visigoda y su devenir en época islámica. Se trata del ambiente de mayor tamaño y presenta de nuevo tres focos de atención distintos, correspondientes a la presencia visigoda y emiral en el yacimiento y a la transición entre ambos momentos. Aquí la información se expone de nuevo mediante paneles gráficos y se amplia con la ayuda de pantallas interactivas. Junto al acceso al siguiente ambiente se ha instalado un recurso manipulativo que trata de explicar la superposición de estructuras en el yacimiento. Para ello el visitante puede desplazar un cristal en el que están representadas las principales estructuras de época emiral documentadas en la parte alta del yacimiento sobre otro en el que están representados los restos de época visigoda, con lo que a simple vista se aprecia la evolución urbana en este sector y cómo se superponen las diferentes estructuras.
El cuarto espacio engloba, de un lado, la historia del sitio en desde el siglo X hasta la actualidad y, de otro, hace referencia a la segunda parte del lema argumental de la exposición «Un camino en la historia: de la tierra al tiempo».