El Abrigo Grande de Minateda es sin duda uno de los yacimientos de arte rupestre más importantes de la Península. Se trata de una pequeña cavidad de unos 20 metros de anchura y 4 de altura en la que se conservan unas 600 imágenes pintadas sobre el panel de roca.
La mayor parte de estas figuras forman parte del denominado arte levantino, un estilo pictórico se distribuye por gran parte de la mitad oriental de la Península Ibérica.
Todas estas pinturas, así como la totalidad de los conjuntos rupestres de Arte Levantino del Arco Mediterráneo (Andalucía, Murcia, Castilla La-Mancha, País Valenciano, Aragón y Cataluña) fueron declarados en 1998 Patrimonio de la Humanidad. Este hecho pone al mismo nivel de interés, valor y protección a las Pinturas con otros monumentos aparentemente más importantes, como el casco histórico de Toledo, la Alhambra de Granada o la Acrópolis de Atenas.
Además, dentro de la declaración como Patrimonio de la Humanidad, el Abrigo Grande fue seleccionado como uno de los cuatro yacimientos clave (junto con los de Nerpio, Alpera o Alcoy en Alicante) para interpretar y conocer esta manifestación artística.
El arte levantino se caracteriza por la presencia de seres humanos de características estilizadas y animales naturalistas que forman escenas de claro carácter narrativo, como escenas de caza, lucha, danza o de la vida cotidiana.
En el Abrigo Grande también hay figuras que pertenecen a otro estilo pictórico, el arte esquemático. En este caso las representaciones humanas y animales tienden hacia una mayor simplificación, reduciéndose a meros esquemas realizados con pocos trazos.
La mayoría de las figuras representadas son animales. Se identifican caballos y toros de grandes dimensiones y una multitud de cabras y ciervos. Destaca el gran toro situado en la parte baja del panel, la alineación de caballos de la parte superior, el grupo de arqueros con relleno listado que parecen participar en una escena de lucha, un rebaño de cabras que camina en fila india o la mujer que lleva de la mano a un niño o una niña.
Pese a que son muchos los mitos que durante años han asegurado la intencionalidad ritual a la hora de fabricar los pigmentos con los que se pintaban estas figuras, e incluso se ha dado por cierta la utilización de sangre para ello, lo cierto es que tanto el arte esquemático como el arte levantino se pintaban con pigmentos naturales.
Diferentes análisis efectuados han determinado que se utilizó el óxido de hierro como pigmento principal, mezclado con alguna materia aglutinante de origen vegetal o animal, materiales fácilmente localizables en el entorno del Abrigo Grande de Minateda.
Algunos investigadores también han detectado la presencia de determinados ácidos grasos, lo que indicaría que los pigmentos, al ser procesados, aplicados o almacenados, pudieron estar en contacto con pieles de animales.
La pintura se aplicaba con plumas, seguramente la pluma timonera de determinadas aves, por su dureza y flexibilidad, con pinceles realizados con ramitas machacadas e incluso directamente con las manos.
Es de destacar la destreza con la que los artistas realizaron las figuras sobre la pared. Si se observan con microscopio se aprecia que cada una de ellas fue pintada en muy pocos trazos, y con un tremendo grado de detalle, lo que manifiesta el alto grado de conocimiento de la naturaleza y la depurada técnica de estos pintores, que, una vez siluetado el elemento, lo rellenarían con el pigmento preparado para tal efecto.
A pesar de que son muchos los investigadores que en las últimas décadas han estudiado estas manifestaciones artísticas, a día de hoy no terminan de ponerse de acuerdo sobre cuándo se pintaron estas figuras.
El único argumento en el que casi todos están de acuerdo es que tanto el arte rupestre levantino como el arte esquemático son estilos post-paleolíticos, y por lo tanto nada tienen que ver con el arte Paleolítico, tal y como se defendía a principios de siglo.
La discusión está en si estas manifestaciones las hicieron los últimos cazadores-recolectores, los hombres y mujeres que habitaron estas tierras en el Epipaleolítico o Mesolítico, o bien se realizaron cuando se había empezado a dominar la agricultura y la ganadería, en el Neolítico.
Para estas dos opciones los investigadores tienen argumentos válidos, pero todavía ninguno irrefutable que descarte la otra posibilidad. Una corriente defiende que el arte levantino es obra de hombres del Epipaleolítico y el esquemático, aunque conviviría en algún momento con el primero, sería una manifestación posterior, a partir del Neolítico. Otros defienden que ambos artes fueron contemporáneos y desarrollados por sociedades plenamente neolíticas.
Solo nuevos hallazgos, o la aplicación de futuras técnicas que permitan acotar su cronología, podrán determinar con mayor exactitud cuándo se pintaron.
Por qué y para qué se pintaban estas figuras en el abrigo es algo que también se nos escapa por el momento, aunque lo que está claro es que se trata de un lugar que se utiliza durante muchas generaciones, lo que indicaría su importancia en la vida de estas gentes.
Algunos investigadores están convencidos que estos abrigos son una especie de “santuario” aunque sin la connotación religiosa que ahora tiene esa palabra. Se trataría de un lugar de reunión, en el que los diferentes grupos humanos que vivirían en la zona intercambiarían conocimientos y objetos, se estrecharían los lazos entre ellos propiciando alianzas y la renovación de los clanes familiares y seguramente realizarían ceremonias comunales periódicas en las que pintar y más tarde observar escenas en la roca tendría un carácter primordial.
El significado de estas escenas es también desconocido. Probablemente estuviese ligado a la descripción del mundo mitológico de las sociedades que las crearon pero carecemos del código que nos explique su significado. Se intuye, no obstante, un marcado carácter narrativo en muchas de las escenas, por lo que hay quien se ha atrevido a asegurar que se están representando historias y mitos que hasta el momento solo habían perdurado gracias a la tradición oral.